martes, 10 de febrero de 2009

El asesino

Compartiendo colchón con el bostezo y la humedad de la tarde, terminé de leer The Handmaid’s Tale, 1985, uno de los mayores éxitos literarios de la prolífica poetisa, novelista, crítica literaria, feminista y activista política canadiense Margaret Atwood. Se trata de una utopía negativa ambientada en una sociedad de derechas monoteísta ubicada en un vertedero nuclear, el antiguo Boston. Se adaptó para el cine y creo que también como una ópera.

Con sus 70 tacos a cuestas, la Atwood sigue luchando por la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y utopías varias. Todo el dinero del galardón Booker Price lo donó para colaborar con causas medioambientales. Ahora acaba de ser distinguida con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y ha publicado en España una colección de relatos cortos en edición limitada no venal.

El caso es que uno de ellos me recordó el juego con el que nos divertíamos los adolescentes de mi barrio. Por aquel lejano entonces, andaba yo precariamente enamoriscado de una linda y delicada criatura, rubita ella, que se llamaba Begoña, que estaba enamorada de Alberto. La otra chica, cuyo nombre he olvidado, estaba enamorada de mí. Nadie sabía de quién estaba enamorado Alberto, que tenía fama de ser un poco rarito. Había más gente, pero no viene al caso.

Durante el desarrollo del juego, se apagaban las luces de lo que nos parecía un lugar fúnebre y terrorífico en el caserío de mi abuelo y jugábamos al asesino, que así se llamaba el juego. A los chicos nos permitía disfrutar poniendo las manos alrededor del cuello de las chicas y a las chicas el placer de gritar.

Se comienza doblando varios trozos de papel que se introducen en un sombrero, un cuenco, un bote de galletitas herzen vacío -que Lau me regaló lleno- o lo que sea. El que saca la X es el detective y el que saca el punto negro es el asesino, pero el resto de jugadores no sabe quién es el criminal. El detective apaga la luz y se queda quietecito junto al interruptor. El resto se mueve a ciegas en la oscuridad hasta que el asesino elige una víctima cuyo cuello rodea con sus manos y le da un terminante y decisivo apretón. La víctima lanza un grito y se desploma. Ahora todo el mundo tiene que dejar de moverse menos el asesino que, naturalmente, no desea que le encuentren cerca del cadáver.

El detective, al oír el grito, cuenta hasta diez, enciende la luz y comienza el interrogatorio. Todo el mundo debe decir la verdad, menos el asesino, que tiene que mentir. La víctima no está autorizada a contestar, dado que está muerta.

Recuerdo que, a veces, el criminal ponía sus pecadoras manos en alguna zona considerada prohibida del cuerpo de la chica víctima, con lo que el atrevido asesino quedaba expuesto a recibir una sonora bofetada si no se agachaba a tiempo. Otras veces, a la chiquilina le complacía el sobo y se demoraba en gritar.

FOTO: Tras hábil interrogatorio al mejor estilo Poirot, el de las novelas de Agatha Christie, el asesino ha sido identificado y esposado.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

jaja, cuando jugamos???

Anónimo dijo...

Egregio FG: Ya me di cuenta del lapsus digitti. Oye, háztelo ver que escribes muy bien. ¿No te apetece darle una patada en los dídimos a todos los proyectos y dedicarte a la escritura?
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Está espectacular tu blog. Me encantó. Realmente escribes muy bien. Adelante con más artículos. Gracias.

Anónimo dijo...

me encanta tu blog... realmente deberias dedicarte a escribir..... espero que no tardes en escribir otro.... el juego ese del asesino medio peligroso es jajaja.... que hacias cuando te tocaba a vos ser el asesino???