domingo, 21 de septiembre de 2008

La tierra sin mal (I): Yvymarae´ÿ

Los tupi-guaraní vivían soñando el Yvymarae´ÿ, la prodigiosa Tierra sin Mal donde el maíz crece solo y los hombres son inmortales. Por eso, ellos formaban parte de un pueblo en permanente éxodo.

Los Karai, chamanes con suficiente poder para hacerse invisibles, resucitar a los muertos y devolver la juventud a las mujeres, eran los que mantenían viva la llama de la esperanza de llegar un día al mítico edén.

La tierra tiene un fundamento religioso para los guaraníes. Para los mbyá la tierra se engendra en la base del bastón ritual del verdadero Padre Ñamandú. En el centro de esa tierra que se está formando, se yergue una palmera verde-azul. Otras palmeras se levantan, marcando, a manera de puntos cardinales, la morada de los seres divinos y el lugar donde se origina el espacio-tiempo primitivo. Para los Paï Tavyterã, el Abuelo Grande fundó la tierra sobre la base de dos palos atravesados en forma de cruz, y a partir de ese centro la fue ensanchando y la fue llevando hasta sus últimos límites.

Por más hermoso que el lugar sea, éste siempre tiene sus limitaciones. Alguna vez el yporü, diluvio, destruyó cuanto había sobre la tierra. El tigre azul, jagua rovy, está siempre al acecho, con ganas de probar el sabor de la carne de los hombres. El mba´emeguã, la tierra con sus males, está siempre entre ellos. El ideal es el sitio de la perfección, el Yvymarae´ÿ, que va a borrar definitivamente los rostros de todo cuanto signifique limitación.

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