martes, 16 de junio de 2009

Areguá, la perla del lago

Dedicado a mi amiga Patty Martínez,
apasionada entusiasta de Areguá.

Si el viajero interesado en conocer datos, pormenores y detalles, decide sumergirse en internet, la Wikipedia le pondrá enseguida al corriente de que Areguá es la capital del Departamento Central y de la frutilla -léase fresa al otro lado del mar- y que, además, es una ciudad de artesanías situada a orillas del lago Ypacaraí. Si continúa leyendo, la enciclopedia online le informará de su toponimia, clima, demografía, historia… Escasamente sensible e innecesariamente ilustrado.

Areguá es, por encima de todo, una hermosa e inolvidable experiencia, un viaje en el tiempo a una época pasada donde el calendario se detuvo de pronto y nos dejó un paisaje irrepetible, un legado de glorias lejanas, de singular belleza y notable esplendor.

Areguá es el destino de un viejo tren a vapor que, resistiéndose a morir, sigue haciendo quincenalmente su recorrido desde Asunción, con descuidados vagones de época y una primitiva locomotora, quemando leña como combustible. Inaugurado en 1861, fue uno de los primeros ferrocarriles de Sudamérica, reducido hoy a la nada por el abandono, la desidia, la indolencia y el desinterés colectivos. Aun así, el viajero disfrutará del paisaje, despacio, recreando la vista a no más de 15 kilómetros por hora.

Apenas puede uno echar un vistazo rápido a las artesanías de todo tipo, licores imposibles y deliciosas mermeladas de frutilla que se le ofrecen a la llegada, en lo que algún día debió ser una concurrida estación de ferrocarril. Hay que darse prisa, porque queda mucho por ver. La hora de salida del tren de regreso no nos permitirá disfrutar demasiado tiempo de la ciudad que inspiró La babosa, la obra del genial Gabriel Casaccia, clásica de la narrativa latinoamericana, relato descarnado de las miserias de una aristocracia decadente que se ve obligada a vivir en sus residencias de fin de semana después de haber perdido la mayor parte de sus bienes. La casa donde nació el escritor se ha transformado hoy, de la mano de Bettina, en un encantador hotelito que bien se merece unos minutos de nuestra visita. En el bar se puede disfrutar de un martini rosado excelente… si aún le queda, que algunos somos ya irremediablemente adictos al brebaje.

Lo recomendable es dar un paseo por la avenida Mariscal Estigarribia que desciende majestuosa desde la iglesia hasta el lago -excesivamente contaminado por cierto- admirando, primero, en la colina, un grupo de seductoras casitas de estilo colonial español y luego, iniciado el descenso, las antiguas casonas que pertenecieron, o tal vez aún pertenecen, a familias adineradas de Asunción. Las mismas que, en su época, favorecieron a Areguá como su lugar preferido de descanso hasta que, por razones incomprensibles, las gentes tomaron la errónea decisión de abandonar tanta belleza para trasladarse a un desabrigado y ruidoso San Bernardino, al otro lado del lago.

Paisaje, encanto y rincones de excepcional belleza se dan la mano en esta memorable ciudad. En la calle de los artesanos, el barro es el elemento natural de la variopinta producción de obras de decenas de artistas, algunos formados en la escuela de Manises, España, donde las técnicas de alfarería se van transmitiendo de padres a hijos desde los tiempos de los árabes. Al final de la calle, en la llamada “curva Bolaños”, es obligatorio visitar la galería de arte de Justo “Pete” Guggiari, significativo referente dedicado a la difusión y exhibición de esculturas y objetos de artistas nacionales de reconocida trayectoria. También El Cántaro, espacio cultural y almacén de arte, ofrece interesantes obras, talleres creativos e incluso conciertos de música de nuevos compositores.

Antes de regresar al tren y para acallar el clamor de un estómago hambriento, nada mejor que dejarse ver por el restaurante La cocina de Gulliver, de mi buen amigo Manuel, quien nos deleitará con una tortilla de papa y cebolla, como solo mi abuelita vasca sabía hacer, y una paella que el viajero guardará en el cajón de sus mejores recuerdos gastronómicos.

Casi tan inolvidable como la misma Areguá, la perla del lago, de la que os dejo aquí algunas imágenes. Como para ir haciendo boca.




NOTA - Para ver las imágenes y escuchar la música de fondo que las acompaña, este post contiene, justo aquí encima, un enlace a YouTube que, a veces, puede tardar un ratito en aparecer. ¡Paciencia!

4 comentarios:

YGARA dijo...

Extraordinario.
El blog está impecable.
Si mañana se viene el segundo diluvio, igual me voy a ir de Paraguay conociendo Areguá gracias a estas maravillosas fotos.
Pedro

José María dijo...

Qué maravilla
Me has emocionado jefe, cuántos recuerdos
Hay que visitar Areguá acompañado (o muy bien acompañado)
Por cierto la sangría de Manuel más que aceptable
PD: las figuras eroticopornográficas de los artesanos memorables ( los enanitos superdotados ¡¡¡)
José María

oscar.stark@gmail.com dijo...

Excelente Felix! Felicitaciones

Julia Davalos. dijo...

Felicitaciones.....esta excelente el espacio que le diste a Areguá, muy emotivo!! Y los aregueños agradecidos!!!!
July