domingo, 23 de noviembre de 2008

Khayyam

Hacen falta muchos huevos para llamarse Abû I-fath 'Umar ibn Ibrâim al-Khayyan, pero el tipo los tenía para eso y para más.

La historía me la pasó mi amiga Olga, descrita en casi media docena de páginas que trataré de resumir. Para empezar, digamos que Khayyan, -así en breve- fué un poeta persa del siglo XI, autor de las rubaiyat o cuartetos, caracterizados por un atrevimiento y una audacia impía, con los que exhortaba abiertamente a liberarse de los preceptos férreamente defendidos por los ortodoxos guardianes de la ley y la religión islámicas.

Su devoción le llevaba mucho más hacia el vino que hacia la mezquita. El vino, que simboliza los efímeros goces de la existencia, representa también la resistencia del poeta al poder religioso. No hay que olvidar que cantar al vino en un ambiente musulmán es ir abiertamente en contra de una de las más severas prohibiciones de la ley religiosa. Beber vino figura entre los pecados capitales que acarrean condenación, -ya se sabe, nada de paraíso, ni vírgenes, ni verdes praderas- tan grave como robar, matar o cometer adulterio, che.

¿Qué se podría pensar entonces de versos como estos?:

Imita tanto como puedas a los incrédulos,
acaba con los fundamentos de la religión y del ayuno,
escucha la palabra del verdadero Omar Khayyam:
Embriágate, vuela sobre los caminos y recrea tu vida.

O de estos otros:

Traigan la copa.
Aquellos que toman la bebida matutina
¿qué les puede importar la mezquita o la sinagoga?

No aceptó someterse a las mezquinas reglas impuestas ni temió burlarse de los oscuros funcionarios religiosos, obsesionados por la ley y los castigos:

¡Oh, muftí, soy más ingenioso que tú!
Por muy ebrio que esté, más sobrio también que tú.
Tú bebes la sangre de los hombres, yo la de la vid.
Sé honesto ¿quién de los dos es más brutal?

Se dice que, en su juventud, estuvo ligado con Hassan Sabbah quien sería, años después, el "viejo de la montaña", jefe de los hassasines o bandidos asesinos a sueldo. Sea como sea, a través de sus versos se percibe la angustia existencial de un hombre confrontado con el vértigo del infinito, la dureza de la abstracción, la hipocresía de los mojigatos, la brevedad de nuestro paso por el mundo, gozando de este abrir y cerrar de ojos que representa la vida humana, pese a la rotación de los astros que, lejos de nuestras alegrías y de nuestras penas, giran en el cielo marcando la fatalidad de nuestro destino.

Me hubiera gustado conocer a este hombre y ofrecerle un trago con el mejor tempranillo de nuestra hispana cosecha.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que joderse, Gutiérrez, qué gracia tienes escribiendo. No te he visto desde Almaty. Mira si estas Navidades te acercas por la tierruca.

Unknown dijo...

jajajaj! suegro mio! una vez mas me robaste la carcajada del día!! me encantó esta entrada.. y comparto tus ganas de haber conocido a este gran "poeta" mas bien un visionario.. casi un profeta.. jaja! q viva el vino caramba! :)