lunes, 24 de noviembre de 2008

La magia de la ortiga

La ortiga es una planta arbustiva perenne de la familia de las urticáceas de la que se conocen más de 30 especies, y a la que todo el mundo teme porque su contacto produce una irritación muy desagradable. Sus pelos urticantes contienen acetilcolina, histamina y serotonina. Crece como mala hierba en los jardines y terrenos baldíos. Sabe defenderse por sí misma y tiene una relación tradicional con romper hechizos y devolver la magia negativa a su lugar de origen.

La ortiga ha estado siempre asociada con las brujas. En la magia, lo más habitual es que las propiedades de una planta se reflejen en los efectos que se consiguen con ella. Una planta con espinas o pinchos será defensiva, otra con olor fragante atraerá al amor, la que sea fuerte y resistente será buena para la salud...

La capacidad urticante de la ortiga la defiende de herbívoros e insectos y, de paso, protegerá al que la porte de los efectos del mal de ojo y otros sortilegios. Un amuleto vegetal hecho de ortiga nos concederá fuerza, vigorizará nuestro cuerpo y mitigará la inquietud interior y nuestras penas de amor.

Uno de los hechizos más populares en los que interviene la ortiga es el de la muñeca mágica, donde una figurita de forma humana se rellena de hojas secas de ortiga. Las brujas de la oscura Edad Media solían añadir en su interior piedras, palabras escritas, objetos preciosos y todo aquello que nuestra imaginación de bruja -o brujo- permita, utilizando cosas que deseamos para nuestra vida interior y nuestro carácter, mientras se formulan deseos y buenas intenciones.

Una vez cerrada la muñeca, se coloca en un altarcito donde descansará y desde donde nos ayudará de manera silenciosa a que en nuestro interior vaya creciendo todo lo que hemos sembrado en nuestro otro yo -la muñeca- y a que se alejen de nosotros aquellos que no nos quieren… por ejemplo, un jefe hostigante, soez, desconsiderado y mandón. Que los hay.

Escéptico soy mucho, pero no puedo perderme esta oportunidad. Ahora mismo comienzo a hacerme una. Por si acaso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Félix,
Me has hecho pasar un buen rato antes de dejar la oficina del colegio leyendo tus batallitas y cavilaciones, me asomaré de vez en cuando. Te eché de menos el lunes en la casa del embajador; Alfonso Guerra preguntó por ti.
Un abrazo.