domingo, 8 de marzo de 2009

Códigos de conducta

Durante mis ya lejanas vacaciones de Navidad en Zaragoza, asistí a una conferencia en la facultad de filosofía y letras atraído por su título, que me llamó poderosamente la atención: la invención de la moral. Sentí como que el enunciado venía a cuestionar algo tan absoluto y tan obvio como la noción de lo que está bien o de lo que está mal en lo que respecta a nuestra conducta humana, puesto que sólo el ser humano es sujeto de actos morales o inmorales.

Según el conferenciante, filósofo e historiador, la moral, así como la entendemos actualmente, es un concepto inventado a partir de la época de Mandeville (1300-1372) y de Maquiavelo (1469-1527), en contraposición a las fórmulas moralmente discutibles prescritas por estos autores. Véase, si no, el término maquiavélico, con su contenido de características como la perfidia, la falta de escrúpulos, la astucia y la doblez que, aún sin proponérselo, definen cabalmente y me traen a la memoria a cierta persona de mi entorno reciente.

Parece ser que, desde un punto de vista histórico, la noción de moral no ha existido siempre o, al menos, no ha sido siempre la misma. La definición de moral, del latín moralis, o de ética, del griego ethikos, hacen referencia en origen al consenso de un grupo social para actuar de una manera determinada, pero no de otras. Según esta perspectiva, la moral nos aporta una serie de reglas objetivas que nosotros asumimos y utilizamos en nuestra conducta social.

Venía yo de Cordillera manejando despacio en esta oscura y lluviosa mañana de domingo, detrás de una chatarra de las que cubren la línea del colectivo a la capital, pensando en todo esto, razonando lo razonable y preguntándome si realmente necesitamos un código de conducta. No hay nada moderadamente diáfano. Débiles, cobardes, estúpidos e hipócritas saludan con reverencia cualquier código de ética o principios morales por más que dudosos sean, dado que les proporcionan la oportunidad de poder esconderse tras ellos. Es más sencillo acatar una orden que tomar una decisión. Como no todo el mundo está capacitado para el vértigo de la justicia y su monodia la equidad, es más fácil hacerse con una lista ad hoc de bondades y maldades y llevarla siempre en el bolsillo.

Luego te apoltronas en la platea del teatro de la vida y aplaudes cuando se encienda el cartelito rojo de "aplausos" o rechiflas a los actores cuando creas que su interpretación no está en armonía con los particulares conceptos de tu lista. Porque ya sabemos que los histriones, coristas, payasos y comediantes de esta magna obra que es la existencia humana son unos pervertidos y están todos
mal de la cabeza.

Después, un vaso de leche y a la cama. Tan felizmente.

3 comentarios:

Olga Dios dijo...

Me encantó eso de los que se "apoltronan en el sillón de la vida y aplauden cuando el botón rojo se prende. Buenísima metáfora Gutiérrez. Esto de cumplir años definitivamente te sienta bien!

Anónimo dijo...

Muchas preguntas y pocas respuestas en tu blog hoy Félix, y en este momento tengo una baldana mental para ponerme a pensar. Creo que cuando tenga todas las respuestas mis preguntas habrán cambiado.

De todas formas quiero pensar (llámame iluso) que hay valores y principios universales como el amor a la verdad, la belleza o la bondad que no son meros convencionalismos culturales o religiosos.

Un abrazo desde Costa Rica

Anónimo dijo...

Profundo FG, deberías ir más a menudo por Cordillera para seducirnos con pensamientos así. La moral es un conjunto de normas que una sociedad se encarga de transmitir de generación en generación y la ética es un conjunto de normas que un sujeto ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad. La moral ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus integrantes. En cambio, la ética surge en la interioridad de una persona, como resultado de su propia reflexión y su propia elección.