A la hora mágica de la medianoche se reunían en aquelarres, vocablo de origen vasco con el que se designan los lugares donde celebraban sus rituales, en cuevas o a campo abierto. En estas celebraciones, las cohortes de brujas, lamias, magas, hechiceras y esperpentos veneraban al diablo, aparecido a veces como un macho cabrío y otras con forma humana con partes de animal, patas de cabra, cuernos o pezuñas. Tras horas de cánticos y ofrendas orgiásticas se abría un portal infernal para veneración, culto y salmodia a Satanás y para obtener poderes sobrenaturales.
Las güixas se reunían también en corros de brujas, en lugares al aire libre, abrigados y de difícil acceso. La arquitectura de estos corros responde siempre a un mismo patrón que se supone mágico. Sobre la circunferencia exterior de un círculo de 7 metros de diámetro crecen, equidistantes, 7 árboles tejos y, debajo de ellos, mirando hacia el centro del círculo, se sitúan 7 grandes piedras, como sitiales para cada una de las 7 brujas del corro.
El tejo, poderoso y longevo, es el árbol mitológico por excelencia de druidas y chamanes, que puede llegar a vivir todo un milenio. Se le relaciona con la vida por su extremada longevidad y con la muerte por su elevada toxicidad. Su savia de color rojo oscuro, como la sangre, contiene un veneno que podría matar a un caballo en menos de cinco minutos. Con él se suicidaban los guerreros celtas y astures que preferían morir antes que ser derrotados y caer en la esclavitud del invasor romano.
No todas las reuniones brujeriles eran iguales. Los esbat, de importancia menor y más habituales, podían celebrarse en encrucijadas de caminos, bosques, ruinas o incluso en casas. Los sabbat, sin embargo, se reservaban para días especiales como la noche de difuntos o la de San Juan, desarrollándose en lugares cargados de energía y misterio.
Cuando iban a morir, las brujas pasaban sus poderes estrechando las manos de alguna nieta o sobrina. La güixa aprendiz debía someterse entonces a una ceremonia iniciática que, en algunos lugares, consistía en arrancarle los ojos a un gato vivo y, en otros, la novicia tenía que clavarle 7 alfileres o agujas grandes a un gato negro que, con la séptima, debería morir. Me imagino el final del pobre gato pero, sobre todo, me imagino el estado en que quedaría la futura bruja, después de soportar los desesperados mordiscos y arañazos del animalito. ¡Como para renunciar al cargo!
El tiempo de las brujas ha pasado ya pero, aún hoy, en muchas casas del Pirineo se siguen encontrando símbolos espanta brujas, tales como la flor de un cardo llamado eguski lore o flor del sol, que se cuelga en la puerta de entrada, o chimeneas preparadas para impedir que la güixa se cuele en casa sin llamar.
FOTO: Espanta brujas -flor del sol- sobre un viejo portón.
4 comentarios:
¿Cómo consigues contar las cosas tan bien? ¿Cómo haces para que cualquier tontería se transforme en tu cuaderno en algo interesante? Te compro el secreto ¿de güixas?
Hola FG!!!! Muy lindo relato, pero tu crees en las brujas?... Me olvidaba que vivías entre brujas en FoCoSEP jajajaja. Te quiero mucho amigo, Invitame a comer contigo una paella hecha por ti.
Tu amiga Techy
Creo que te equivocaste al decir que ya no existen las brujas, creo que cada una de nosotras tenemos un poco de brujas o mucho dirian nuestros esposos, estoy seriamente tentada en buscar a mis ancestros en los pirineos, porque mis ganas de brujear es impresionante. Y Techy tiene razón yo soy una de ellas.
Excelente relato! Felicitaciones por el blog.
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